sábado, 4 de agosto de 2007

La opción de los obispos

4 de agosto de 2007. 31 años del crimen del Obispo de La Rioja Enrique Angelelli. Durante décadas su crimen se ha mantenido sin castigo ni culpables y gran parte de la cúpula eclesial guardó silencio, profundizando la impunidad y dejando clara su complicidad con la dictadura militar que ordenó el homicidio.

El pecado de Angelelli, la falta que le costó la vida, fue sumarse a los miles de curas que en el continente hacían suya la opción por los pobres. Y esta opción no era discurso, ni decoraba los púlpitos para después desaparecer entre el humo de cirios e incienso. Por el contrario significaba compromiso, entrega y laburo; mucho laburo al lado de los más necesitados, de los obreros, de los puesteros y peones perdidos de La Rioja profunda, de los ancianos, de los estudiantes y de aquellos que defendían los derechos humanos y la democracia.

Este camino elegido por Angelelli no era casual, ni era un capricho, ni siquiera era el reflejo de una orden precisa "desde arriba", sino que era una opción consciente y profunda a contramano de la vieja tradición de la iglesia de estar siempre asociada con el poder político y económico. Pero por esa misma época había otros curas que hacían una opción distinta, por ejemplo Von Wernich que participaría durante la dictadura de las sesiones de tortura, o los obispos Primatesta y Aramburú que negaron el asesinato evidente de Angelelli; o los cientos de sacerdotes que como capellanes absolvían criminales, callaban el horror y bendecían los fusiles de los grupos de tareas.

Esa otra opción, milenaria dentro de la iglesia católica, por los ricos y el poder, también esta presente hoy, donde el cardenal Bergoglio ha centrado su actividad pastoral, no solo en la crítica permanente al gobierno nacional sino en la búsqueda de unir a la derecha argentina para enfrentar las políticas del presidente Kirchner. Mientras Angelelli ponía un oído en el evangelio y otro en el pueblo, Bergoglio (ex miembro de la Guardia de Hierro) le pone una oreja a Macri, otra a López Murphy y le da letra a la Carrió.

Sería fácil y reduccionista decir que ambos -Angelelli y Bergoglio- son las caras de una misma moneda, pero no hace falta pensar demasiado para darse cuenta que el nobleza humana del obispo riojano, el espíritu con que se acuñaba su vida, era muy distinto al de Bergoglio y hoy son tan irreconciliables como ayer.